Todos los que nos dedicamos a la odontología estamos acostumbrados a la inquietud, cuando no a la abierta hostilidad, de muchas personas que se aproximan por primera vez a nuestra clínica. Una mezcla de prejuicios relacionados con la profesión, malas experiencias previas, el hecho de enfrentarse a un mundo complejo y desconocido… les provocan buenas dosis de tensión e inseguridad.